El conjunto monástico impresiona por su carácter de fortaleza, con una torre fortificada y un atrio de acceso al templo denominado pórtico de los Caballeros. Nos encontramos en el Compás de afuera, que nos conduce a la iglesia y capillas funerarias adyacentes (San Martín y San Juan), y de ahí al claustro de San Fernando y a sus dependencias anejas. Seguido a este primer recinto, se sitúa el llamado Compás de dentro, al que se abren diversas estancias correspondientes a la portería y hospedería monástica así como a edificios aledaños donde estarían, en su día, las casas de los capellanes y otras, utilizadas en la actualidad por el Patrimonio.
La Iglesia es un caso excepcional dentro de un monasterio de monjas. Es un ejemplo claro que responde a las características de un templo del gótico pleno (siglo XIII) siendo, sin lugar a dudas, el que más se aproxima a los arquetipos de una iglesia de monjes. Consta de amplia cabecera de cinco ábsides, un destacado crucero, y tres naves, situándose en la central el coro de las monjas. La impresión que produce al visitante que lo contempla por primera vez, es de un lugar indicado para el silencio y el recogimiento, acompañado por ese aire de solemnidad, rodeado de elegantes y destacados altares y tapices así como los enterramientos de reyes y sus consortes, príncipes e infantas, que invitan a contemplarlo dando una lección de vida y muerte, de elegancia y sobre todo, de buen hacer.
Colocado en la zona alta del muro de separación entre la iglesia y el coro, se encuentra el «Descendimiento». Este grupo escultórico, de autor desconocido, se sitúa cronológicamente en la segunda mitad del siglo XIII. El recubrimiento vegetal de la Cruz con hojas de acanto es una señal distintiva para que se entienda como «árbol de la Cruz».
Detalle del Cuadrón de la Cruz del Descendimiento
El Cuadrón por su situación es un «lugar» privilegiado en la Cruz; es donde estuvo la cabeza de Jesús durante las tres últimas horas de Su vida terrena. Es también donde la horizontal se encuentra con la vertical, lo que está en la tierra se une con lo que sube al cielo.
Puntos a destacar en este Cuadrón
El Castillo-Iglesia. En la parte superior del Cuadrón, en gran tamaño y en color dorado aparece el Castillo-Iglesia. En cada una de las tres torres del Castillo-Iglesia vemos una pequeña Cruz, que refuerza el significado de Iglesia.
Una nave con vela negra. Debajo del Castillo-Iglesia aparece una nave con vela negra, símbolo del mal, y que en este caso evoca la invasión islámica que por mar sufrió la España visigoda en el año 711.
Diez Almenas La almena es un elemento islámico que llegó al románico a través de los mozárabes. Las torres con almenas «trasplantadas» al mundo espiritual cristiano están significando la fuerza de Dios que guarda a Su Iglesia.
Al sur de la iglesia se alza un espacioso claustro construido en el reinado de Fernando III el Santo, de ahí su nombre, Claustro de San Fernando. Es una obra gótica, como el templo, que debemos situarla en el primer cuarto del siglo XIII. Llaman la atención y sorprenden al visitante, sus bóvedas de cañón apuntado que constituyen su cubierta, conservando, en algunos tramos, fragmentos con finos motivos de yesería hispano-musulmana, que incluyen lacerías, atauriques, inscripciones cúficas, castillos, pavos reales, grifos. En este claustro, además de situarse algunas capillas para la devoción de las monjas, se abren también las galerías, en torno a un patio, por medio de arcos apuntados que en su momento estaban apoyados en columnas, aunque éstas desaparecieron al macizarse los muros, obra llevada a cabo en el siglo XVII cuando se construyó el claustro alto.
Dependencias tan señaladas y renombradas tanto a nivel histórico como artístico, después de la iglesia, son la Sala Capitular y sus recuerdos de la Batalla de las Navas de Tolosa, con su pendón, en ella tiene su cátedra la abadesa; el Museo de Ricas Telas, situado en su antigua Cilla o despensa del monasterio, que cuenta con valiosas muestras de telademás objetos y ornamentos sagrados, extraídos de los sepulcros medievales conservados en la iglesia; las Claustrillas, o primer núcleo monástico de la Comunidad, con trazas aún románicas y, junto a este primer claustro, la capilla de la Asunción, edificación almohade que haría las veces de iglesia del primitivo monasterio así como las correspondientes de Santiago, situada al noreste de las Claustrillas, a la cual se accede por el paso a la huerta.
Siguiendo la tradición en esta capilla se realizaba el rito de recepción de caballeros y la imagen sedente de Santiago, que en ella había, empuñando la espada con sus brazos articulados, era la que daba el espaldarazo en la ceremonia de armar caballeros a los reyes; finalmente, la capilla del Salvador, en la parte suroccidental del claustro de San Fernando y al lado de la portería, nos sitúa, junto con el llamado Patio de las Infantas, en un área de posible uso privado, bien de la familia real o bien de las señoras de Las Huelgas.
La conservación de toda esta obra desde el siglo XII, nos invita a conocerla y a valorar la infatigable continuidad que sus monjas cistercienses han mantenido con una misma fe, un mismo ideal, unos mismos intereses dentro del silencio y la soledad de su clausura, que aún hoy al comienzo del siglo XXI nos sigue llamando la atención, ayudándonos a viajar por el tiempo y por el recuerdo que sigue vivo, que sigue siendo una vida.